jueves, julio 03, 2008

El fruto de... la persona que ya no existe

Por fin decidí y toqué a la gran puerta blanca

- Quién es?- alguien me responde al fondo
- Soy yo
- ¿Quién?
- La que busca a la persona que ya no existe, estará ahí dentro?- digo temerosa y espero
- Puede ser, ¿cómo es?
- ¿Cómo es quién?
- ¿Cómo es la persona que ya no existe?
- Es romántico, tristemente alegre, normalmente extraño, siempre enamorado, escritor, dibujante, soñador, inteligentemente y loco, grandioso escucha, extrañamente bien conocido, raramente atento y concentradamente ido.
- Ah!!!! Creo saber quién es.
- ¿De verdad?
- Sí, es… el que ya no existe.
- Sí, es él.
- Pero... ¿Por qué le buscas? Si bien sabes que es el que ya no existe.
- Porque pronuncio su nombre en cada despertar, pienso en su cara cada anochecer, duerme sobre mi vientre en mis sueños, cada mañana me da concejo, amanece conmigo pero no está ahí. Me hace falta cuando sé que hacer, está presente cuando estoy perdida, es mi ejemplo a seguir y en lo que nunca me convertiría. Su nombre está siempre en mis labios, en mi mente, en mis ojos, en mi pluma, el lápiz y el carboncillo en los colores pastel; su nombre es mi salvación, mi perdición, la corrosión; es el sueño, la ilusión, es el ángel de la guarda, el rezo, el Dios; es el arco iris, la bombilla, la fría lluvia y la noche, lo prohibido y el sabor de la lujuria; mi deseo diario y el rechazo, el platillo que no quiero, el amigo, el compadre, el incondicional desaparecido, el invisible necesitado, la necesidad invisible.
Mi presente palpable y ausente, el calor que elimino con frío, la mala decisión y de lo que no me arrepiento. La supernova brillante y la falsa estrella que se traga el hoyo negro, no sin antes desorbitarme.
El solitario aferrado a mi compañía, el veneno, el remedio y la enfermedad. La obsesión, la poción mágica, lo siempre previsible, lo permeable intraspasable, el polo opuesto, la palabra, el pensamiento, la imaginación, lo que siempre espero ver y escuchar. La esperanza totalmente perdida.

Tal vez buscando un reflejo en el carbón halle un rastro de su persona que precisamente es del que ya no existe.

Tomado del libro:
Diario de una loca.
Página: La que ya no existe
Autora: Eritia Istar K-rol

P.D. Chequen www.codigoradio.cultura.df.gob.mx

jueves, marzo 20, 2008

El fruto de... la locura.

Una raya, dos. Un circulo un poco chueco pero debía ser así para construir un rostro perfecto con ojos en cruz y la lengua de fuera. Un sol radiante coronado de cuervos, rayó varias líneas que constituían una frase, su dogma, su vida. Moriría ahí, lo sabía y no cuestionaba su destino, nació con ello y moriría por su causa. No atendió a la llamada de la loquera, no le interesaba oír su parloteo incesante o sus intentos de que abriera un poco la boca.

Joaquín, Joaquín.

Lo llamó el enfermero pero él lo ignoró también. Continuó con sus anagramas, con sus letras que sumaban números, con un mundo imaginario donde todo lo inanimado cobraba vida. El hombre se cruzo de brazos. Al final lo tomó de los hombros y lo haló.
Él miró la pared rayada, esa que pintaban de blanco y él volvía a decorar. Ahí sentado estaba Joaquín, con sus crayones, con sus plumas mientras que él era llevado a otro sitio ¡No era justo! Él también quería quedarse ahí.

El enfermero se cansó de cargarlo y lo dejó caminar, pero le seguía de cerca por sí a él le daba por escapar y abrir la reja de su cuerpo con los dedos. Pasaron por un pequeño jardín, las sombras se alargaban haciéndole notar que ya era tarde. La hora, la hora, la buscó por todos lados, hasta que la encontró pintada en su mano, si era tarde. Su sombra le persiguió mientras sus pies tronaban contra el asfalto, de pronto alguien le seguía pero sólo era su persecutor negro. Lo miró de reojo. Tan oscuro, tan profundo, tan persistente. Observó al enfermero detrás de él, y se sobresaltó tratando de alejarse más, era presa del terror de ver un conocido en un extraño.

Entró al largo pasillo lleno de consultorios, se fijó que en un rincón del pasillo había una niña, oculta entre las sombras.

Qué hace ella aquí, qué hace ella aquí.

Gritó a todo pulmón mientras apretaba los puños de ira. No la quería cerca, lo lastimaba. Ella lo había traicionado al arrancarle el corazón en un dibujo, y no sólo la felonía lo hirió sino también el miedo, su propia ira y aquel sentimiento de muerte, de duelo.

Quiso ir y patearla pero el enfermero se lo impidió.

Vamos Joaquín, no hay tiempo.

Le recordó mientras lo halaba. Pero no había excusa que valiera la pena, quería golpearla, volverse una masa sanguinolenta, gritar a todo pulmón para ver si así sacaba el alma. Lanzar las cosas a la nada, enterrarse las uñas en la cara, en los brazos, desgarrarse la piel si era necesario con tal de sacarla de ahí.

Los pasillos se torcieron, se hicieron pequeños mientras un desfile iniciado por el tostador y el refrigerador marchaban hacía el inicio y el fin.

Ring, ring, la contestadora se encuentra enferma en estos momentos pero el refrigerador le contesta, si le deja su mensaje se lo pegara en un post.

Detrás de ellos los seguían varios dioses que pregonaban la importancia del azúcar en las verduras; más atrás iba un carnaval de insectos de cuencas sin ojos. Y con ellos iba la niña.

Joaquín lo oía, esa melodía que decía que lo escuchaba y estaba ahí. Que lo acogía con tanta familiaridad, llamándolo a su lado. Por eso le tenía miedo. Alguien que te conoce tan bien no puede ser buena, alguien que sabe todo de ti no puede sino lastimarte con más fuerza.

Se separó del enfermero, no quería ir con la loquera. Corrió dejándolo atrás, al final el hombre no lo siguió. Le dio lo mismo.

Una raya, dos. Un circulo un poco chueco pero debía ser así para construir un rostro perfecto con ojos en tache y la boca en curva. Rayó varias líneas que constituían una frase, su dogma, su vida.

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene. Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar.

Moriría ahí, lo sabía y no cuestionaba su destino, nació con ello y moriría por su causa. Por eso creaba, por eso soñaba. No había tiempo para repararlo porque lo que él tenía no era curable. Miró a la niña que hacía a su lado, tan pequeña, tan acuchable, con sus rizos perfectos, con su sonrisa pintada y sus ojos de botón. Levantó a su muñeca. Dejó las pinturas a un lado y corrió hacía el desfile.

La perdonaba. La quería. Aunque a veces, aún deseara patearla…

domingo, marzo 02, 2008

Mariposa

Mi dulce Mariposa que extiendes tus alas por cualquiera, no puedes entender que yo de verdad te amo y al decirte que de verdad te amo no quiero decir lo mismo que todos los otros que te han dicho que de verdad te aman.

Mi pobre Mariposa. A mí no tienes que engañarme con tu cara pintada, tu posa, tu cuerpo y tu boca. No gastes tus conjuros seductores en mí. No hace falta porque te amé, de verdad te amé a cada momento desde el primer momento. Sin importar que el único deseo que albergaras en tu corazón hacía mí haya sido el de matarme.

Querida amada, no me mires así, ya sé que lo único que de verdad no podrías perdonarme es que deje de luchar.

¿Puedes tomar mi mano? Al menos cumple este, mi último deseo. ¿Cuánto tiempo estuviste perdida, vagando en este mundo tan oscuro sin saber a donde ir?

No me beses que tus labios me queman. No necesito un beso hipócrita, ni tu mirada compasiva. No me des falsedades que me muero más rápido. Dime la verdad y déjame verte como en verdad eres, no pretendas que me entiendes. Di que me aborreces y confortarás mi alma.

¡Deja de llorar! Lograrás que me crea que te duele.

Te amo. Yo sí te amo. Yo te amo. Te amo. Y ya no sé como decírtelo para que lo comprendas o para que yo lo crea hasta el último segundo. Que mi fe no se rompa y que sea mi única palabra que te cumpla. Nunca sabremos la verdad y ahora estarás verdaderamente sola.

Ámame, deséame, extráñame, mátame.

Mí querida Mariposa siempre supimos que una de las dos tenía que perder.